Pidió turno en Cool Cats (que como su nombre lo indica, allí cortan el pelo a gente muy cool, de la televisión y de la vida real, como mi madre). Pidió por Verónica. La hicieron esperar unos quince minutos en la sala de espera. Al rato viene Verónica, le dice algo que no entiende y se retira por la puerta de entrada. Ella sin entender sigue esperando. Pasa por acá, le dice un muchacho de pelo engelado. Qué te vas a hacer? Corte, contesta ella.
El muchacho le lava el pelo, le pone la bata, la sienta frente a un espejo, le deposita la revista Gente en la mano y la abandona. Ok, a esperar a Verónica entonces, piensa.
Su turno era a las 10:30, ya casi eran las 11. Qué pasa? Me cobran 70 pesos el corte y Verónica se da el lujo de ir a comprar cigarrillos? Ok, no pasa nada. Tranquila.
Pero los minutos seguían corriendo. La ira la iba carcomiendo y los posters de las modelos en las paredes se le venían encima. Setenta pesos, se repetía en la cabeza, se-ten-ta. Donde %&$/Ç está Verónicaaaaaaa???
No aguantó, mi madre no aguantó.
Muy delicadamente se levantó, se retiro la batita, dejó la Gente sobre la silla, se acercó a la recepcionista y con la mejor sonrisa del mundo le dijo: Decile a Vero que yo me voy yendo, si? Y que por favor, se vaya a la reputa madre que la parió. Cariñooos!!!
¿Cómo quieren que yo no sea quien soy con la madre que me ha parido?